Estudios Bíblicos, Vida eterna

Clase 15 – ¿Qué sucede después de la muerte? Parte 2 – El Cielo

4 COLUMNAS:
SALVACIÓN, GRACIA DE DIOS, IGLESIA Y VIDA ETERNA.

CUARTA COLUMNA – LA VIDA ETERNA

Clase 15 – ¿Qué sucede después de la muerte? Parte 2 – El Cielo

Introducción
Es increíble la cantidad de personas que creen que irán al cielo. Ya sea por sus obras, por su religión, por su herencia cultural, etc.
Hace poco vi en la Teletón una historia súper sacrificada de un Padre que tenía 3 hijos y estaba divorciado de su señora y el.los cuidaba. Contaba la historia del sacrificio del papa más con un hijo capacidades distintas. Fue muy conmovedor.
En las redes sociales apareció Farkas conocido por todos nosotros como el tipo de dinero pero generoso.
En Facebook anunció que quien lo conocerá le enviará su cuenta para depositarle 2 millones. Todos los comentaros eran: ¡Que buena persona!, estas salvado Farkas… ¡Tu te has ganado el cielo!.

Pero la biblia claramente hace una distinción entre los que tienen vida eterna y los que no la tienen.
«El que tiene al Hijo tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida» (1 Juan 5:12). Todo se remonta a la fe. Aquellos que creen en Cristo, son hechos hijos de Dios (Juan 1:12). Aquellos que han aceptado Su sacrificio como pago por sus pecados, y que creen en Su resurrección, irán al cielo. Los que lo rechazan no lo harán. «El que en él cree no es condenado, pero el que no cree ya ha sido condenado porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Juan 3:18).

Tan impresionante como el cielo será para los que aceptan a Jesucristo como Salvador, el infierno será mucho más terrible para los que lo rechazan. Uno no puede leer la Biblia en serio, sin verlo una y otra vez – la línea está trazada. La biblia es muy clara que hay un solo camino al cielo – a través de Jesucristo. Él nos ha dado esta advertencia: «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan»(Mateo 7:13-14).

Veamos: Que es el cielo

El cielo es un lugar real descrito en la Biblia. La palabra cielo se encuentra 276 veces solo en el Nuevo Testamento. La Escritura habla de tres cielos. El apóstol Pablo fue “arrebatado al tercer cielo,” pero se le prohibió revelar lo que allí experimentó (2 Corintios 12:1-9).

Si existe un tercer cielo, también debe haber otros dos cielos. El primero se refiere con mayor frecuencia en el Antiguo Testamento como el “cielo o firmamento”. Este es el cielo que contiene nubes, la zona por la que vuelan las aves.. El segundo cielo es el espacio interestelar/exterior, que es la morada de las estrellas, planetas y otros cuerpos celestes (Génesis 1:14-18).

El tercer cielo, cuya localización no se revela, es la morada de Dios. Jesús prometió preparar un lugar para los verdaderos cristianos en el cielo (Juan 14:2). El cielo también es el destino de los santos del Antiguo Testamento, quienes murieron confiando en la promesa del Redentor de Dios (Efesios 4:8). Cualquiera que cree en Cristo, no perecerá, sino que tendrá vida eterna (Juan 3:16).

El apóstol Juan fue privilegiado al ver e informar sobre la ciudad celestial (Apocalipsis 21:10-27). Juan testificó que el cielo posee la “gloria de Dios” (Apocalipsis 21:11), la presencia misma de Dios. Al no haber noche en el cielo y el Señor Mismo es la luz, el sol y la luna ya no serán necesarios (Apocalipsis 22:5).

La ciudad está llena del brillo de piedras costosas y de jaspe claro como el cristal. La ciudad también tiene 12 puertas (Apocalipsis 21:12) y 12 cimientos (Apocalipsis 21:14). El paraíso del Jardín del Edén será restaurado: el río de agua de vida fluirá libremente, y el árbol de la vida estará nuevamente disponible, dando cada mes su fruto, y cuyas hojas serán para la “sanidad de las naciones” (Apocalipsis 22:1-2). Aunque Juan fue elocuente en su descripción del cielo, la realidad del cielo está más allá de la capacidad del hombre finito para describirla (1 Corintios 2:9).

El cielo es un lugar de “no más”. Y ya no habrá más lágrimas, ni dolor, ni tristeza (Apocalipsis 21:4). Ya no habrá más separación porque la muerte será vencida (Apocalipsis 20:6). Lo mejor del cielo es la presencia de nuestro Señor y Salvador (1 Juan 3:”). Estaremos cara a cara con el Cordero de Dios, quien nos amó y se sacrificó a Sí mismo, para que pudiéramos disfrutar de Su presencia en el cielo por la eternidad.

¿Cómo puedo llegar al cielo?

El día en que cada uno de nosotros pasará a la eternidad puede llegar más pronto de lo que pensamos. En preparación para ese momento, necesitamos saber esta verdad – no todos van al cielo. ¿Cómo podemos saber con seguridad que somos uno de los que pasarán la eternidad en el cielo? Hace unos 2.000 años, los apóstoles Pedro y Juan estuvieron predicando el evangelio de Jesucristo a una gran multitud en Jerusalén. Fue entonces que Pedro hizo una declaración profunda que resuena aún en nuestro mundo post-moderno: «En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4:12).

Al igual que en el pasado, Hechos 4:12 no es políticamente correcto. Hoy en día es muy común decir: “Todos van a ir al cielo” o “Todos los caminos conducen al cielo». Hay muchos que piensan que pueden tener el cielo sin tener a Jesús. Quieren la gloria, pero no quieren tener en cuenta la cruz, y mucho menos a Aquel que murió allí. Muchos no quieren aceptar a Jesús como el único camino para ir al cielo y están decididos a encontrar otro camino. Pero Jesús mismo nos advierte que no existe otro camino y la consecuencia de no aceptar esta verdad, es una eternidad en el infierno. Él nos ha dicho claramente que «El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él» (Juan 3:36). La fe en Cristo es la clave para ir al cielo.
La fe en Jesús es el único medio para ir al cielo. Aquellos que tienen fe, tienen la garantía de llegar allí.

Dónde está el cielo? ¿Cuál es la ubicación del cielo?

El cielo es sin duda un lugar real. Definitivamente la Biblia habla de la existencia del cielo — y el acceso al cielo mediante la fe en Jesucristo — pero no hay versos que nos dan un lugar geográfico. La respuesta corta a esta pregunta es, «el cielo está donde está Dios». El lugar referido en esta pregunta se llama el «tercer cielo» y el «paraíso» en 2 Corintios 12:1-4, donde el apóstol Pablo habla de un hombre vivo que fue «arrebatado» al cielo y no pudo describirlo. La palabra griega traducida «arrebatado» también se usa en 1 Tesalonicenses 4:17 para describir el rapto, cuando los creyentes serán arrebatados para estar con el Señor.

Otros versículos que indican que el cielo está «sobre» la tierra» son numerosos. En la Torre de Babel, Dios dice, «Ahora, pues, descendamos» (Génesis 11:7). El Cielo se describe como «alto sobre la tierra» en el Salmo 103:11, y el lugar desde el cual el Señor «mira hacia abajo» en el Salmo 14:2. A Jesús se le describe como si hubiera «subido al cielo» y «bajado del cielo» en Juan 3:13. En Hechos 1:9-11 se describe a Jesús como siendo llevado «arriba» al cielo, y cuando Dios lleva a Juan al cielo en Apocalipsis 4:1, dice: «Sube acá». Estos pasajes han llevado a la conclusión de que el cielo está más allá del espacio alrededor de la tierra y más allá de las estrellas.

Sin embargo, puesto que Dios es espíritu, «el cielo» no puede significar un lugar alejado de nosotros que Él habita. Se pensaba que los dioses griegos pasaban la mayor parte de su tiempo lejos de la tierra en un equivalente celestial de las Bahamas, pero el Dios de la Biblia no es así. Él siempre está cerca de nosotros cuando lo invocamos (Santiago 4:8), y se nos anima a «acercarnos» a Él (Hebreos 10:1,22). Por supuesto, el «cielo» donde habitan los santos y los ángeles tiene que ser considerado como una especie de localidad, porque los santos y los ángeles como criaturas de Dios, existen en el espacio y tiempo. Pero cuando se dice que el Creador está «en el cielo,» la idea es que Él existe en un plano diferente de nosotros, en lugar de un sitio diferente.

Que el Dios del cielo está siempre cerca de Sus hijos en la tierra es algo que se expresa a lo largo de la Biblia. El Nuevo Testamento menciona el cielo con frecuencia considerable. Sin embargo, incluso con esta frecuencia, la Biblia carece de una descripción detallada de su ubicación. Tal vez Dios ha cubierto intencionalmente en misterio su ubicación, porque es más importante que nos centremos en el Dios del cielo que la descripción o ubicación del cielo. Es más importante saber el «por qué» y el “quién” que el «dónde».

Cuál es la nueva Jerusalén?
La nueva Jerusalén, que también es llamada el tabernáculo de Dios, la ciudad santa, la ciudad de Dios, la ciudad celestial, la ciudad cuadrangular y la Jerusalén celestial, es, literalmente, el cielo en la tierra. Es mencionada en la biblia en varios lugares (Gálatas 4:26; Hebreos 11:10; 12:22-24; 13:14), pero se describe con todo detalle en Apocalipsis 21.

En Apocalipsis 21, la historia del hombre ha llegado a su fin. De todas las edades han venido y se han ido. Cristo ha reunido a su iglesia en el arrebatamiento (1 Tesalonicenses 4:15-17). La tribulación ha pasado (Apocalipsis 6-18). La batalla de Armagedón se ha peleado y nuestro Señor Jesucristo la ha ganado (Apocalipsis 19:17-21). Satanás ha sido encadenado durante los 1,000 años del reinado de Cristo sobre la tierra (Apocalipsis 20:1-3). Se ha establecido un nuevo templo glorioso en Jerusalén (Ezequiel 40-48). La última rebelión contra Dios ha sido anulada, y Satanás ha recibido su justo castigo, una eternidad en el lago de fuego (Apocalipsis 20:7-10.) El juicio del gran trono blanco ha tomado su lugar, y la humanidad ha sido juzgada (Apocalipsis 20:11-15).

En Apocalipsis 21:1 Dios hace una transformación completa del cielo y de la tierra (Isaías 65:17; 2 Pedro 3:12-13). El nuevo cielo y la nueva tierra son lo que algunos llaman el «estado eterno» y será «donde mora la justicia» (2 Pedro 3:13). Después de la re-creación, Dios revela la nueva Jerusalén. Juan echa un vistazo en su visión: «la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido» (Apocalipsis 21:2). Esta es la ciudad que Abraham vio en fe (Hebreos 11:10). Es el lugar donde Dios habitará con su pueblo para siempre (Apocalipsis 21:3). Las lágrimas de los habitantes de esta ciudad se enjugarán (Apocalipsis 21:4).

La nueva Jerusalén será increíblemente enorme. Juan registra que la ciudad tiene casi 1.400 millas de largo, y su longitud es igual a su anchura, y su altura igual a su longitud, en otras palabras un cubo perfecto (Apocalipsis 21:15-17). La ciudad también será deslumbrante en todo aspecto. Es iluminada por la gloria de Dios (Apocalipsis 21:23). Sus doce cimientos llevan los nombres de los doce apóstoles, «están decorados con todo tipo de piedras preciosas» (Apocalipsis 21:19-20). Tiene doce puertas, y cada una es una perla, con los nombres de las doce tribus de Israel (Apocalipsis 21:12, 21). La calle será hecha de oro puro (Apocalipsis 21:21).

La nueva Jerusalén será un lugar de bendición inimaginable. La maldición de la primera tierra habrá desaparecido (Apocalipsis 22:3). En la ciudad estará el árbol de la vida «para la sanidad de las naciones», y el río de la vida (Apocalipsis 22:1-2). Es el lugar del cual habló Pablo: «para mostrar [Dios] en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (Efesios 2:7). La nueva Jerusalén es el cumplimiento definitivo de todas las promesas de Dios. La nueva Jerusalén es la bondad de Dios manifestada plenamente.

¿Quiénes son los residentes de la nueva Jerusalén? El padre y el cordero están allí (Apocalipsis 21:22). Los ángeles están a las puertas (Apocalipsis 21:12). Pero la ciudad se llenará con los hijos redimidos de Dios. La nueva Jerusalén es la lucha justa contra la perversa Babilonia (Apocalipsis 17), destruida por el juicio de Dios (Apocalipsis 18). Los malvados tenían su ciudad, y Dios tiene la suya. ¿A qué ciudad usted pertenece? ¿Babilonia la grande o la nueva Jerusalén? Si usted cree que Jesús, el hijo de Dios, murió y resucitó, y le ha pedido a Dios que lo salve por su gracia, entonces usted es un ciudadano de la nueva Jerusalén. «Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús» (Efesios 2:6). Usted tiene «una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible» (1 Pedro 1:4).

Si aún no ha confiado en Cristo como su salvador, entonces le instamos a recibirlo.
La invitación se extiende: «Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Apocalipsis 22:17).